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Notas

La vileza de gustarte los hombres

 Beatriz Eu Cortes, Diciembre 2017

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Iban casi dos meses de vivir por primera vez fuera de mi país en el maravilloso Alemania cuando comprendí ése clásico sentimiendo de rechazo hacia la mujer, porque aleja al hombre del noble camino, pero lo comprendí un poco al revés de lo que se supone, me vi con vergüenzas y pensamientos, sintiendo y comportándome de maneras que sobraban, y me di cuenta de que no es nada fácil liberarnos de esos sentimientos normalizados en cada uno de nosotros desde nuestra niñez tal como Foucault lo pudo ver el siglo pasado. Bien, una minucia a comparación de, pero igual lo escribiré: lo que vi, es que ése miedo de ser gobernados por algo que nos empobrece, es un miedo que se explica sólo desde la dinámica sexual que imparte la sociedad en la que crecemos.

Y entonces entiendo cómo grandes pensadores pudieron también a la par ser misóginos, así como entiendo que ahora puedan existir mujeres feministas fuertemente separadas del sexo masculino; Por supuesto no es siempre el mismo caso, pero ahora entiendo desde el otro lado cómo de fácil es amar la razón y acomodar la verdad para seguir existiendo en nuestras versiones de libertad.

Y claro que no es lo ideal -but shit happened and still happens-; Así que, en mi versión de libertad toda mi vida había tenido miedo al sometimiento que en mi sociedad va relacionado con el sexo heterosexual, pero al tiempo yo misma seguía creyendo ese cuento, y yo misma era seducida y atormentada por ésto. Y pensé que si alguna vez alguien rechazó el pecado que se relaciona con la mujer, yo puedo rechazar el sometimiento y la violencia relacionada con el hombre, pero ambos deberíamos preguntarnos cómo surgió realmente esa relación de tales cosas con el género?. Sólo puedo decir que ahora puedo leer el pasado de la humanidad con menos resentimiento, porque ahora tengo menos miedo, y seguro que existen muchos miedos más, pero hoy celebro poder ver éste.  Prost!

Carta desde debajo de la claraboya

 Beatriz Eu Cortés, Abril 2017

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"la herida es el hueco por dónde entra la luz"(Rumi, 1207)

No sé si pueda llegar más lejos pensando en éstos huecos que son ventana que lo que llega Rumi Yalal ad-Din Muhammad Rumi, hace más de 8 siglos.

En cambio me deja un mar de preguntas: y si fuera voluntaria la herida?, y si la ventana fuera accidental?. Caminando por el conservatorio de música alternando rincones empinados, puertas que se pierden y sonidos que no sabría producir, encuentro un espacio que solo existe mientras es dibujado por los rayos de luz que bañan los cuerpos de éste edificio. Aquí la luz encuentra sus tinieblas, como un experimento de claro oscuro en el que las ventanas parecen haber sido caprichosamente abiertas haciendo hueco para permitir que la luz nos traiga otros lugares.
Hasta qué punto pueden ser esas ventanas una herida?.
Y ahora me paro en el final de estas escaleras y encuentro que ésta ventana arriba mio trae un lugar que no miramos, la luz sigue entrando pero nosotros, bípedos aspirantes a posmodernos no nos paramos a mirar hacia arriba, ni a mirar un lugar tan informe aunque tantas veces admirado, y tan informe que parece que ya nos sabemos de memoria con azul y blanco y cosas con bolitas que aprehendemos con el nombre de nubes.

Qué seriamos sin nuestras heridas? Acaso alguna herida debe estar bien abierta como una ventana para no dejar de sentir? Qué buscador puedo usar para averiguar como dejar mi herida abierta? Y lo más extraño de todo:
porqué a veces nos negamos a mirar a través de la herida? Queremos poner un black-out pero al tiempo tener la mejor vista de la ciudad desde nuestra ventana.

En resumen, te cuento todo ésto solamente porque entre tanto que no logro entender, me basta con extender tu herida 13 pisos desde tu cama para que puedas por fin ver lo alto que estás y dejes aunque sea un poquito y aunque sea por un instante el miedo al profundo cielo.

Después de eso podrás invitarme a pasear en algún piso profundo fingiendo que no nos da claustrofobia con la vieja excusa de que todo es cuestión de perspectiva y entonces coincidiremos en reír nerviosamente.

La veintiunava taza de café

 Beatriz Cortes, Abril 2012

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Cómo duele de extraño despedirse de quien acaba de saludar,

es extrañar lo que sabemos no tendremos de antemano.

Así estas tu ahora despidiéndote con un gracias, y pesa como la vida misma que acabamos de decidir no vivir, duelen esos años de amor e historias que no tendremos, duelen ahora que comprendemos lo magníficos que somos, que nos miramos tras ésta veinteava taza de café en la que aprendimos a amarnos de ésta extraña manera y sigue doliendo en la veintiunava cuando intentamos convencernos de lo complicado que sería todo si no nos quedamos en nuestro ya tan cómodo camino actual.

Y aguantamos ese dolor masoquistamente desde la primera taza por decisión propia, porque no tenemos ni el coraje ni la inconsciencia de un futuro incierto, pero sabes, mmm... ahora recordando todo esto, no creo que lo pueda aguantar, creo que saldré corriendo tras de ti, de seguro lo haría de no ser porque desde esa veinteava dolorosa y amada taza de café me asegure de que no quedara huella alguna de ti ni para la veintidosava.

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No te despediste de mí de beso, eso dolió un poco más si acaso cabe, por eso atesorare al menos la canción que sonaba en el fondo y quizá la taza si puedo volver a éste lugar. Tesoros para guardar algo tan absurdo como la memoria de algo que no pasó, algo que hubiera sido tan genial como lo supe cuando te miraba y escuchaba sonriente tras el vapor de ésas incontables tazas de café.

Querido diario, ya no te quiero

Beatriz Cortes, Febrero 2013

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Querido diario

Querido diario, hoy fue un día extraño, De extrañar a la gente que apenas se está despidiendo

De recordar todas las cosas que me gustaría saber pero no puedo preguntar

Un día de no tomar decisiones, de sentarse a ver cómo pasan los autos,

los calamares, las nubes, los jugadores de futbol; de ver cómo vienen las preguntas

y dejarlas casi pasar con automáticos, -mucho gusto, yo tambien…-

 

Así que me senté y también vi pasar tus hojas como lo sabe hacer el viento y entendí que tenía que escribirte algo, aquí va:

Querido diario, ya no te quiero.

 

Susodicho diario:

Hoy además de todo acepté por fin que no todas las amistades están hechas con la materia de la lealtad y que a veces hay que también ver venir las traiciones. Y aquí va la que sé que consideras es la mía contigo, el viernes pasado no te lleve conmigo a donde fui, porque fui a un puteadero; No te lleve porque no quería verme otra vez en tus hojas blancas como espejos. No escribí en ningún cuerpo ni en ninguna mirada, fui un espectador sin expectativa; a veces reí con gente, de esa que siempre te acompaña. Esperarás explicaciones, como qué buscaba o qué quería, o tal vez qué no me importaba, pero no lo haré, debo aprender a vivir sin necesitar tu confesionario y tú debes aprender a confiar en algo más que las palabras.

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